28 / Noviembre / 2018

 

En el marco del Mes del Activismo por los Derechos Humanos de la Facultad de Ciencias Sociales (UNC), la Comisión de Derechos Humanos del Consejo Directivo, el Programa de Seguridad y Derechos Humanos de la Secretaría de Extensión de la FCS y el Programa de Estudios sobre la Memoria del Centro de Estudios Avanzados (CEA), junto al Programa de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Humanidades, la Facultad de Artes, ADIUC, el Colegio de Profesionales en Servicio Social de la Provincia de Córdoba y la Secretaría General de la Federación Universitaria de Córdoba, organizaron Vilma: el juicio en la Universidad. Un encuentro para hablar de los afectos y memorias en la militancia de los '70. La actividad se desarrolló el 26 de noviembre, en el Aula Paola Sosa de la FCS.

Del encuentro participaron las autoridades de las Facultades organizadoras, la comunidad universitaria, familiares y personas que conocían a Vilma Etel Ortiz. El de Vilma es el primer caso de una víctima vinculada a la Facultad de Ciencias Sociales, desde su creación, que se tramita en juicios por delitos de lesa humanidad.

Desde los comienzos, la política en torno a los Derechos Humanos de la Facultad de Ciencias Sociales fue central, entendiendo que contribuye a reparar las violencias sufridas en el seno del tejido social, pero además, el tratamiento de la problemática como objeto de conocimiento es fundamental para reconocerse  como comunidad, como víctimas directas e indirectas de la violencia institucional y, en este caso, de aquellos años de represión. Por lo tanto, actuar en esta línea es para la FCS una reparación a todas nuestras comunidades.

En este marco, la actividad del lunes visibilizó que la Memoria, ajena al orden del consuelo, busca Verdad, busca Justicia. Se arriesga siempre a correr el riesgo de narrar lo sucedido en la Argentina de la dictadura. En Sociales, con la convicción de que algo irreversible, y por lo tanto irreparable, ha acontecido, se recordó a Vilma: recuerdos, palabras, imágenes, flores rojas, cuerpos, horizontes, un pozo en la tierra y un árbol, para que desde ahí florezca y nos recuerde. Como dice Héctor Schmucler, que despojados de su memoria, los pueblos se opacan, mueren. Y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que los llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy, en cada hoy, todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta fidelidad no hay ética perdurable. Recordarlo tal vez constituya el deber prioritario de la Universidad.

Lyllan Luque (abogada querellante en el juicio) habló sobre el proceso de Memoria, Verdad y Justicia, a partir de los juicios por delitos de lesa humanidad, “una oportunidad siempre importante para reflexionar”. La abogada mostró cómo en estos procesos la parte importante se realiza en las salas de audiencia, pero otra, imprescindible, se da en la sociedad con actividades como estas, en donde podemos mirar el pasado para traccionar el presente y construir un futuro.

María Angélica Paviolo, Maque, además de docente de la casa y coautora del libro “Los dolores que nos quedan son los compañeros que nos faltan”, fue compañera de estudios de Vilma y desde este último lugar la recordó como una persona discutidora, de “ir al frente”, muy querida por sus compañeras, y con la cual militó en las elecciones del primer centro de estudiantes y que lo ganaron. “Con Vilma, recuerda Paviolo, con su historia, empezamos a escribir el trabajo sobre los asesinados y desaparecidos de Trabajo Social”.

Alicia Greco (del Equipo de Acompañamiento a Testigos) relató cómo estas historias, como la de Vilma y la de cada una de la de las 30000 personas desaparecidas, no fueron escuchadas por mucho tiempo. En palabras de Greco: “la imposición del silencio; por eso celebro estos espacios donde podemos reconstruirnos a través de las palabras, de los relatos”. Y, convencida de que atravesamos el inicio de un proceso largo, invitó a “acorazonarnos”.

Para Juan Villa (integrante de la Comisión Directiva del Sindicato de Motores Diesel Livianos Perkins en la década de los '70, militante del OCPO) es imposible disociar el pasado del presente, dejando claro que los que hoy gobiernan la Argentina son los hijos y los nietos de los cómplices de llevar adelante la dictadura, son la misma patronal que explota, que entrega a sus trabajadores y trabajadoras, asegura. Desafió a no bajar los brazos, ya que “en la lucha nada es definitivo, ni las victorias, ni las derrotas. Y esta lucha se la debemos a Vilma y a los 30000”.

Mary Ranzatto, ex estudiante de Servicio Social, habló de Vilma, de su amiga, su compañera de estudios, su compañera de militancia. Emocionada, repasó los días en la Escuela de Servicio Social, los encuentros en sus hogares, en la ciudad. También celebró estos encuentros como espacios de sanación, como instancias que se debían y que tienen que proyectarse. 

Ana Mohaded, actual decana de la Facultad de Artes, también fue compañera de militancia de Vilma Ortiz y no pudo contener las lágrimas cuando empezó a hablar, “siempre me pregunto ¿qué es la política?, siempre vuelvo a cómo la entendíamos con Vilma y desde ahí la reivindico, desde el amor, desde el enardecido sentido del compañerismo”. Desde este lugar compartió una mirada de entender a la memoria como un tipo de vínculo, una atracción deseante sobre el pasado que nace en grupos y que remiten a grupos, aunque estos no estén presentes: “para recordar, dijo, siempre nos colocamos en la perspectiva de un grupo”.

Los familiares de Vilma participaron encabezados por su padre, quien vino acompañado por sus dos hijos, Hugo y Néstor; dos de sus nietas, Claudia y Laura; tres de sus bisnietos, Agus, Santi y More; y otros familiares. Terminando la charla, fue Néstor quien tomó la palabra, y con la ayuda de Hugo recordaron las escuelas por donde pasó Vilma: la Irigoyen, la Esteban Echeverria… y contó la historia del segundo nombre: Etel. Cuando fueron a inscribirla al registro civil no dejaban poner ese nombre, la madre se obstinó y consiguió  así llamarla. Vilma Etel en esos primeros días de vida tuvo su primera batalla, la del nombre.

Nestor, agradeció “este recordatorio y poder ver que ha dejado una impronta que realmente satisface porque es lo que ella se merece".

La Facultad les entregó al padre y a los hermanos de Vilma un pañuelo azul a cada uno, símbolo de la lucha en defensa de la educación pública. Al pañuelo, Vero Aguada le bordó “VILMA ORTIZ PRESENTE”, por ser parte de esta lucha, por ser luz y horizonte, cada vez que se disputan las políticas universitarias, como todos aquellos y aquellas que lucharon por una idea de universidad gratuita, plural, abierta. A los bisnietos, un libro “Los dolores que nos quedan son los compañeros que nos faltan”. El libro, entre sus historias, cobija parte de la de Vilma en la Universidad.

Un árbol de la vida
En unas de las entradas de la FCS, la familia de Vilma plantó un árbol en su memoria. El árbol en la entrada enfatiza la necesidad de recordar desde el presente sobre las experiencias pasadas, para inscribir las historias en preguntas mayores: ¿qué significa más hondamente estar hoy en una Facultad de Ciencia Sociales en la existencia de cada persona que la habita? ¿En qué consiste centralmente, el proceso que permitió que hoy estemos acá?

A medida que el árbol se plantaba, una garúa acompañaba y una música, interpretada por Diana Lerma y el Colo Balmaceda, cubría la atmosfera. La memoria y sus matices, un acto que muestra que las marcas del terrorismo de Estado permanecen en la sociedad, en las subjetividades de sus protagonistas y en las transmisiones que de las experiencias hacen. Plantar un árbol, hacer un ritual de vida, como momento en el cual reflexionar sobre cómo fue posible un Estado terrorista en nuestro país, y es una pregunta clave, la que opera profundizando las heridas: ¿alguien pondrá el cuerpo para seguir las batallas, las enormes y las cotidianas? 

La última dictadura nos marcó para siempre, de forma irreversible, a la vez que estas actividades, estas marcas de memorias, nos recuerdan que la felicidad, apenas tiene más que una sola ventaja: hacer posible la desventura, el fracaso, la desgracia. Sin la felicidad, aunque sólo sea por las ilusiones y las esperanzas, las desventuras carecerían de crueldad y, por consiguiente, de frutos.

Fotografías: Vanesa Garbero