En el marco del Seminario "El acceso al aborto desde una perspectiva de derechos” que se está dictando en nuestra facultad, el pasado jueves estuvo presente el Dr. Mario Pecheny (UBA/CONICET) especialista en políticas y derechos en materia de salud, género y sexualidad dictando una conferencia sobre las políticas sexuales en relación al aborto.
Con gran cantidad de asistentes, el reconocido investigador planteó algunos aspectos nodulares sobre el aborto en nuestro país, justamente en el momento que se está debatiendo en el Congreso de la Nación Argentina.
Pecheny referenció al aborto como un problema de salud pública porque hay mujeres que mueren haciéndose aborto o pueden quedar estériles a razón de una complicación ante un aborto. Y su legalización disminuye los riegos y daños ante infecciones, mala praxis, etc. Además, “se evita el aborto a repetición como ocurre, muchas veces, en el aborto clandestino” dado que la recibe consejería y se va con un programa de anticoncepción. Así, Pecheny marcó a la mortalidad como una de las maneras de construir la discusión sobre el aborto, entre otras.
En su exposición además historizó brevemente al aborto es una práctica extendida hace por lo menos 100 años. En este sentido, presuponiendo que se mantiene el tamaño de las familias, la fertilidad (aunque hoy haya bajado), relaciones sexuales y que antes, los métodos anticonceptivos eran menos o nada eficaces. Entonces, “la fecundidad estaba regulada y una de las maneras era el aborto. No es una práctica que ahora vaya a aparecer si se la legaliza”, expuso.
El aborto como objeto de controversias
El investigador se centró su planteo en torno al aborto como una “cuestión”, es decir, algo que se debate, objeto de controversia pública, objeto de toma de decisiones claves para las políticas sexuales. Y con ello puso en relación sexualidad y política porque “la sexualidad o el sexo está sobre la base de constitución de nuestro Estado” (ejemplo de ello, es la votación de hombres desde la Ley Sáenz Peña, el apellido de los/as hijos/as, el derecho de residencia, etc.). En este sentido, “la sexualidad, el género y las políticas sexuales determinan nuestra capacidad de ser ciudadanos/as; y viceversa, nuestras instituciones políticas, favorecen u obstinan según la sexualidad o género”, sostuvo.
A su vez, explicó que la clave para pensar la política sexual es “la separación entre sexualidad y reproducción”: durante siglos la sexualidad estuvo asociada a la posibilidad de tener hijos/as y las relaciones sexuales como la única manera de tener hijos/as.
Hoy por hoy, esto está deslindado: la sexualidad tiene un valor propio, intrínseco e independiente de los/as hijos/as. Esta separación emerge hace unos 50 años a partir de la anticoncepción moderna y la posibilidad de prevenir la reproducción ante una relación heterosexual. Y aún más reciente, tenemos la posibilidad de tener hijos sin tener relaciones sexuales dadas las técnicas de reproducción asistida. Por ello, dicha separación entonces trae consigo “cambios civilizatorios”.
Asimismo, remarcó una de las claves de las políticas sexuales es ver cómo procesamos -como sociedad y como Estado- este cambio civilizatorio de tener sexo sin necesariamente tener hijos y tener hijo sin necesariamente tener sexo. En tanto, los sectores conservadores no lo aceptan y siguen pensando lo sexual, lo genérico y las diferencias de género como algo natural.
Ante esta situación destaca la politización en un triple proceso: Desnaturalizar/ desmontar el carácter necesario de las distintas prácticas; inscribir la experiencia individual en una narrativa colectiva y en una experiencia común (“no sólo me pasa a mí sino a muchas/os”) y mostrar el carácter estructural e histórico de estas prácticas.
“El aborto es una práctica que violentamente (porque interrumpir un embarazo es una violencia) pone de manifiesto esta voluntad de separar el resultado reproductivo de la actividad sexual (…) siendo que es una piedra fundamental de un tipo de estructura social patriarcal donde los hombres están en un lugar privilegiado y las mujeres en un lugar predestinado bajo la inmoralidad que representa que de un código discutido, votado y aprobado por varones quienes nunca vamos a estar en esa situación (donde )mujeres que son quienes ponen su cuerpo y su vida”, subrayando una desigualdad ciudadana.
El Estado debe responsabilizarse
Finalmente, sentenció que detrás de la práctica del aborto hay una situación de hipocresía estructural y su legalización terminaría con el lucro y el negocio del aborto clandestino. Y pone en el centro de discusión el papel del Estado en la atención de la salud pública. “El aborto es algo que existe (guste o no) pero no se habla de derecho al aborto y podemos hacer como que no existe y que las mujeres paguen las consecuencias con sus cuerpos, con sus vidas y con su salud; o la salud pública toma esto en serio, el aborto legal, hacer consejería, reducción de daños y riesgos”, puntualizando en la responsabilidad del Estado.
Finalmente consignó que actualmente el aborto es algo ya irreversible; las mujeres lo han apropiado y ya no hay vuelta atrás. Y ante la sospecha de oportunismos, consideró que son señales de que “algo cambió” y de que “ganamos”.