01 / Octubre / 2019

 

La repentina despedida de Juan Pablo Abratte se siente como un sacudón terrible, un dolor profundo, una tristeza que lo tiñe todo. A sus 49 años comenzaba a transitar el tercer año como Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades y hace un par de días, el 16 de septiembre, presentaba las principales acciones llevadas a cabo en los dos últimos años de su gestión junto a la Vice Decana Flavia Dezzutto. Luego de ello, se llevó a cabo un sentido homenaje por los 100 años del natalicio de María Saleme de Burnichon, donde nos encontramos, abrazamos y brindamos. De allí la foto, parece que María lo mirara, tejiendo una complicidad de colegas y amigos.

Había estudiado Ciencias de la Educación, realizó la Maestría en Ciencias Sociales en la entonces Escuela de Trabajo Social y se doctoró en Ciencias Sociales en FLACSO con todos los honores porque su tesis era profunda, sería, rigurosa y brillante. Juan Pablo ha sido un pedagogo lúcido y agudo con una sensibilidad pocas veces vista. Con simpleza solía unir en sus análisis lo efímero y pequeño con condiciones complejas que suelen limitar las posibilidades de un mundo más justo. Seguramente sus aportes continuarán generando una valiosa contribución al campo pedagógico local y regional.

Era profesor de Historia de la Educación en la Escuela de Ciencias de la Educación (FFyH), en la Maestría en Investigación Educativa con orientación socioantropológica y el Doctorado en Estudios Sociales de América Latina del CEA. Su pasión por la docencia en historia, nos hacía recorrer los vericuetos de nuestro pasado para luego detenernos en este presente ominoso del cual solo podemos escapar para adelante, con lucha y con las manos entrelazadas. Sus estudiantes de grado y posgrado han dado sobradas muestras en estos días del afecto que le tenían como profesor y como persona.

Sobre todo, Juan era eso: una buena persona, de claras convicciones, de empuje inacabable en defensa de la educación pública, de compromiso férreo con los derechos humanos. Era callado, muchos dirían tímido, pero bastaba que tomara una pluma para que sus palabras fueran una melodía a nuestro entendimiento, y bastaba un gesto generoso suyo para disputar a la realidad agitada de la vida académica alguna rendija para soltar una sonrisa.

Intensamente humano, Juan Pablo nos lega una forma de hacer ciencia, una forma de construir vínculos, una convicción sobre los asuntos fundamentales de la vida que pone en el centro al sujeto con sus distintas facetas, virtudes y defectos.

Guadalupe Molina y Silvia Servetto
Colegas y amigas de Juan Pablo en representación de la Comunidad de Sociales.