20 / Diciembre / 2018

Profesor emérito de la Universidad Nacional de Córdoba, docente de la FCS, formó parte del grupo académico que fundó el Centro de Estudios Avanzados de la UNC. Schmucler fue un actor fundamental en el armado de las carreras de comunicación de posgrado en la institución, al tiempo que conformó y dirigió el Programa de Estudios sobre la Memoria.

Su trayectoria lo ubica como uno de los principales teóricos en torno a los estudios sobre memoria colectiva y comunicación de Latinoamérica. Discípulo de Roland Barthes, Schmucler produjo y participó activamente en las revistas Pasado y Presente, Los libros, Comunicación y cultura y Controversia (esta última, entre 1979 y 1981 albergó a militantes e intelectuales exiliados en México, durante la última dictadura).

Integró la primera conformación de la Comisión Provincial de la Memoria de Córdoba en 2006 como comisionado de la Universidad Nacional de Córdoba; desde allí fomentó el compromiso ético y crítico con la lucha por Memoria, Verdad y Justicia.

Docentes, alumnos, académicos e intelectuales lo recordaron en las redes sociales como “uno de los imprescindibles”, “un maestro en el sentido más riguroso y amoroso del término. Nos enseñó que pensar es incómodo, que no hay coartadas”, “siempre enseñando a pensar, a preguntarnos”, “sus escritos permitieron poner en su justo lugar los debates de la comunicación en América Latina”. 

Hacemos nuestras las palabras que pronunciaron las y los trabajadora/es del Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba: 
"Hector Schmucler tenía la virtud de la conversación, de no anteponer el reloj al diálogo y así, con él, cualquier tema por más banal que pareciera, podía disparar las reflexiones más trascendentales de la condición humana. El Toto poseía la simpleza y con ella el poder de convertir a sus palabras en portadoras de las mil formas de la vida, esas que podían detenerse morosas en una anécdota de su infancia en Entre Ríos, o desplazarse, como un chispazo, hacia la página de un libro recién leído y cuya urgencia le exigía compartirlo en una larga conversación, de esas en las que podían desfilar sin alharaca sus admirados Benjamin Proust, Arendt...sus incursiones por la tragedia griega como gran inspiración o por la poesía de Federico García Lorca y Borges. Disfrutaba con esos interminables diálogos, que lejos de arrebatar los argumentos no hacía más que afilarlos para convertirlos en narraciones intensas, profundas: como relámpagos iluminando la noche.
Las palabras, el amor y el respeto del Toto a las palabras, las hacían salir íntegras de su boca hasta que sus manos las enhebraban en el aire y la cosían en frases que atravesaban, provocadoras, los cuerpos. Su conversación era directa y bifurcada, simple y compleja a la vez, capaz de analizar minuciosamente la historia detrás de cada frase y de recorrer los meandros de diversas tradiciones filosóficas, estéticas y políticas sin renunciar, por eso, a la palabra directa, dura, exigente con lo pensado, dejándose interpelar para abrirse hacia una comprensión más acabada de la complejidad del mundo.
El Toto estaba convencido de la responsabilidad inmensa que se encierra en la escritura, de ahí sus búsquedas continuas, afanosas, a través del follaje del lenguaje cruzando géneros y tradiciones, la literatura con el ensayo filosófico, el periodismo marcando sus trazos en el papel con la absoluta rigurosidad de un pensador de alturas, de un pesquisador de libros y de herencias, de argumentos que había que salir a buscar a los desvanes de la memoria y de la espontaneidad de lo que nos rodea.
Discusiones, provocaciones, en las que regresaba al pasado para instalarse de un salto en el presente; en las que recordaba sus tiempos militantes y sus años de exilio en los que nunca dejaron de asaltarlo los fantasmas de un ayer familiar y argentino, de esa herencia marcada por Pablo, su hijo desaparecido en el país de la dictadura.
Con él aprendimos a renunciar al inútil esfuerzo de la distancia y a entregarnos, complacidos, al diálogo, a la imperfección de las frases interrumpidas, a los silencios que intensifican el revelador secreto de las miradas.
Hasta siempre Toto
Trabajadores y trabajadoras del APM".

Fotografía: Archivo Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba