31 / Julio / 2020

Mensaje del Equipo de Gestión.

 

1 de agosto de 2020.

Hace dos años asumíamos la gestión de la Facultad de Ciencias Sociales. Lo hacíamos recuperando la historia de distintas generaciones que defendieron a la universidad pública de calidad, gratuita y popular para desde allí comprometernos con la Educación Superior como “un bien público social, un derecho humano y universal y un deber del Estado” y por lo tanto, en contra de una concepción mercantil; defendiendo la jerarquización del trabajo docente y no docente; la educación de calidad definida desde parámetros que no nos impongan los centros de poder; una educación inclusiva, en contraposición a las perspectivas meritocráticas; orientada por perfiles profesionales situados, histórica y espacialmente, no neutros; que investigue aquello que signifique un aporte real a la resolución de las necesidades de las mayorías populares.

 

Lo hacíamos también desde un programa de trabajo que proponía una facultad institucionalmente integrada, académicamente sólida y socialmente comprometida.

Y entendiendo a la participación y al cogbierno como un principio político y una estrategia de trabajo.

Proponíamos dedicarnos de lleno a “descubrirnos”: a descubrir la enorme riqueza de las tres carreras de grado, las producciones, enfoques y equipos de trabajo de las instituciones preexistentes, compartiendo búsquedas emancipatorias con base en el diálogo entre disciplinas, con los saberes populares, en la potencia de los feminismos y la decolonialidad, en la conjunción de la docencia, la investigación y la extensión, en la sinergia entre la investigación y la intervención, en el mutuo reconocimiento de posiciones académicas y profesionales.

Este compromiso fue expresado un 1 de agosto, día de celebración de lo colectivo, de lo sentipensante, por lo que hicimos una ofrenda:

 

nuestra voz, para que se escuche fuerte y clara contra las injusticias, para que se una a otras voces y juntas canten por la vida y la alegría, formando parte de una conversación social abierta, plural y democrática, colectivos humanos que toman la palabra y proclaman libremente qué hacer y pensar;

nuestros cuerpos, para que junto a otros cuerpos construyamos un muro que no solo resista el agobio y los malos tiempos sino que también pueda re-existir. Abrir puertas con el poder de la imaginación. Representar una opción. Cuerpos forjados en la transformación donde el pensar, sentir y actuar son un solo verbo;

nuestras manos que construyen, acogen y cobijan nuestros proyectos colectivos. No son manos que administran “lo posible”. Son manos que trabajan convencidas de que “lo imposible sólo tarda un poco más”. Manos que transforman galpones vacíos en espacios de aprendizajes plenos de sentido para el despliegue de subjetividades comprometidas;

nuestras cabezas que con un pensamiento abierto, curioso y asombrado entienden cada encuentro como una oportunidad pedagógica en una comunidad donde todos y todas producen conocimiento;

nuestras piernas, para que cada paso que demos sea con el compañero y la compañera, no por las promesas de lo que vendrá, sino por cada minuto presente que haga habitable y amigable nuestro espacio de trabajo;

nuestro corazón, para que más gente sea tratada como gente. Corazones universitarios a los que “nada de lo humano le es ajeno”;

nuestra trayectoria ligada a los derechos humanos, los derechos de las mujeres y de los niños y niñas, los derechos de los y las estudiantes, de los movimientos sociales, de las y los trabajadores, de los/as jóvenes, de aulas repletas de encuentros y debates;

 

Nuestra ofrenda es deseo, ideas, capacidad en la acción y ética política. Nuestra ofrenda es “una esperanza insobornable”.