01 / Septiembre / 2023

En estos días una sensación de estupor recorre nuestros ámbitos e instituciones. Quizás porque el escenario político se resquebrajó rápidamente, sin que hayamos podido ver estos deslizamientos con anticipación. Seguramente también por la voracidad de las declaraciones públicas de los emergentes de este nuevo escenario que, en su afán de legitimación social, sacude las bases de los consensos sociales de la sociedad argentina de los últimos 40 años. Pero fundamentalmente porque nos encontramos de frente con amplios sectores sociales que, en el marco de un profundo malestar en distintas dimensiones de su experiencia cotidiana, parecen cuestionar derechos fundamentales democráticos.

En cualquier caso, necesitamos pasar, con rapidez, del estremecimiento, a la comprensión de estos procesos sociales y sus emergencias. Es por ello que proponemos algunas líneas de encuadre de la discusión que nos permitan articular acciones en claves compartidas.

En primer lugar, entendemos que una porción mayoritaria de la sociedad, demanda ser escuchada en su malestar. En una suerte de vociferada pública electoral, estos sectores han dejado claro que no están dispuestos a esperar soluciones que no llegan ni a comprender las razones y justificaciones de otros actores – de la dirigencia en general y no solo de la de tipo político- que anteponen sus intereses a aquellos que viven como propios. Sus necesidades, intereses y preocupaciones -acumuladas en una extendida crisis económica, y sumada a la de tipo social fruto de la Pandemia y Pospandemia- en torno a su presente y futuro en nuestras comunidades han sido puestas al frente de nuestras agendas. La negación o la simulación de una distracción ya no puede resultarnos una opción.

Si bien desde las prácticas de investigación y extensión de nuestras ciencias sociales venimos observando y señalando niveles críticos de malestar tanto en lo económico, social, urbano como de acceso a servicios y derechos básicos como la salud y la educación, y una fuerte crisis de la representación política, pocas y pocos señalaron con antelación la deriva actual de la situación política.

La escucha y comprensión se nos impone como condición para transformar y disputar la presente situación.  Seguramente muchxs ciudadanxs no modificarán en nada sus apoyos electores, dado que adhieren, con profunda coherencia ideológica, a determinados referentes conservadores. Sin embargo, otros demandan escucha y aceptación de sus puntos de vista, porque no han encontrado ámbitos donde plantearlos o se han sentido “sancionadxs”, muchas veces empujados fuera de los límites de lo aceptable en el debate público, hasta hoy legítimo.

En segundo lugar, nos parece observar que atravesado por los fuertes malestares en distintas dimensiones de la experiencia cotidiana, yace también el eco de una fuerte crisis de lo público, en un sentido amplio. Las múltiples y diversas producciones de la Facultad de Sociales señalan los enormes problemas que presentan las respuestas estatales. Una crisis que parece alcanzar a aquello que lo público procesa y resuelve en la Argentina contemporánea. Y que alcanza al Estado como su actor predominante, en sus funciones, funcionamiento y eficacia, y que naturalmente no deja fuera a sus agentes, tanto en su faz de la conducción política como de sus efectores.

Dicha crisis, a pesar que en los gritos y vociferaciones buscan cuestionar su misma existencia, ahondando en las percepciones y creencias se refieren a los alcances, características y funcionamiento del Estado y no a su existencia. 

Muchas veces, en nuestro afán de protección de lo estatal -justificada en decenas de intentos ciertamente privatizadores y excluyentes- no hemos sido lo suficientemente claros al expresar las falencias y aspectos críticos de lo público. Hace tiempo que, desde una perspectiva progresista, necesitamos discutir y resolver con seriedad su funcionamiento y alcance hoy.

En tercer lugar, estamos convencidxs que desde nuestro lugar de universitarias y universitarios es preciso avanzar en una agenda propositiva y afirmativa. Que sin perder el norte de aquello que construimos y defendemos sea capaz de recrear una agenda de futuro, en diálogo con el reconocimiento de las falencias existentes.

Derivar en justificaciones contextuales o en una crítica permanente y exclusiva de aquello que hoy es un emergente electoral, no solo es contradictorio con cierta escucha de sus electores, sino que nos difumina con actores con iniciativa, agenda propia y capacidad de proyectar un mejor devenir y desempeño de las instituciones de las que somos activos responsables.

En cuarto lugar, planteamos que la mencionada agenda propositiva debe tener un norte claro: una agenda progresista de transformación de lo público, que permita recrearlo y ampliarlo en su mejor faceta. En nuestro caso, por alcance y pertinencia, la hora nos llama a pensar la educación pública superior y el sistema científico argentino.

Si somos capaces de avanzar en propuestas concretas, que con un sentido progresista, nos permita discutir y proponer lo mejor de nuestro sistema educativo universitario, estaremos en condiciones de salir de la encrucijada que el contexto nos propone.

El actual escenario no puede absorbernos en la mera lectura de datos proyecciones electorales y menos por la excesiva trascendencia y visibilidad, en un sobregiro permanente, de referentes políticos de emergencias sociales.

De modo contrario, es tiempo de escucha, reflexión y acción. Acorde a lo abrupto de la transformación de la escena presente, nuestros esfuerzos quizás deban estar depositados en modificar el encuadre, el punto de vista con el que observamos y hemos naturalizado los procesos de degradación que atraviesan a nuestro país. Y reconstruir una agenda de futuro.  Si desde estos lugares podemos abordar los distintos ámbitos y acciones a través de los cuales demos esta disputa política, cultural y en última instancia, electoral, seguramente habremos hecho un aporte sustantivo a este tiempo turbulento que nos toca.

Desde la Facultad de Ciencias Sociales nuestra agenda propositiva insiste y persiste en ampliar los espacios de diálogo abiertos con las organizaciones sociales, democratizar el conocimiento, interpelar al Estado e incidir en las políticas públicas, disponibilizar el resultado de nuestras producciones académicas y fortalecer a las organizaciones sociales y sectores excluidos.

En la transición democrática pudimos construir un fuerte consenso en torno al Nunca más y al repudio unánime al terrorismo de Estado. En estos 40 años se han ampliado derechos e incluido y reconocido a sectores históricamente postergados. Es necesario avanzar en su efectiva concreción para evitar su deslegitimación. La política como construcción de un proyecto colectivo es la única vía para cumplir con las promesas de la democracia.  

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