Desde el Proyecto de Extensión de la FCS y la Facultad de Derecho, "Descolonizar la masculinidad: feminismos para cuestionar privilegios y violencias heteropatriarcales" compartimos algunas reflexiones e interrogantes que estamos produciendo al interior de los feminismos de Nuestra América, en torno al abordaje de la masculinidad hegemónica y sus efectos sociales. Principalmente, compartimos lecturas a patir de los talleres que realizamos con varones cisgénero de Argentina en formato virtual y presencial, desde la investigación popular, participativa y feminista, con un equipo de trabajo plural que se compone de compañeras del “El Telar: Comunidad feminista de pensamiento latinoamericano” junto a colegas de disciplinas como la antropología y el psicoanálisis.
En primer lugar, llama nuestra atención que, a pesar de la existencia de cada día más leyes, normativas y estrategias para atender la violencia de género, esta no cesa e incluso las desigualdades se incrementan, lo cual plantea nuevos desafíos e interrogantes al activismo y la militancia feminista en el tema. En efecto, desde espacios como los talleres con varones que estamos realizando, apostamos a procesos colectivos de reflexión para dilucidar cómo se produce y organiza la violencia heteropatriarcal en cada territorio y cuerpo, especialmente atentas a los aportes que los propios compañeros del taller realizan en cada encuentro.De esta manera, entre todxs analizamos dimensiones como la violencia por medios sexuales, la relación entre salud y masculinidad, el cuerpo y las emociones que aparecen en cada situación que abordamos y un sinnúmero de aspectos de la vida cotidiana donde se expresan las desigualdades que nos conducen a buscar estrategias de interpelación social como este proyecto de extensión.
En ese sentido, no comprendemos la violencia de género como algo individual, patológico ni que deba ser siempre abordado desde los dispositivos institucionalizados o desde el derecho penal. Al contrario, apostamos a un enfoque de derechos y feminista que cree en la organización como forma de desarmar violencias y politizar la masculinidad. Además, siempre estamos atentas a que el género es una categoría relacional y la masculinidad hegemónica se construye en vínculo con una feminidad -que también es hegemónica-, por tanto, es en la relación entre estas posiciones de género, raza, clase y en el marco de estructuras sociales capitalistas, en donde necesitamos intervenir con nuestra reflexión y activismo.
Por otro lado, hemos entendido colectivamente que ser varón cisgénero y heterosexual supone ser sujeto y (re) producir prácticas de competencia y escaso cuidado del propio cuerpo y el de otrxs. Así, los varones asumen riesgos innecesarios para demostrar valentía, capacidad y potencia; se someten a exigencias desmedidas para tener éxito en el mercado y avalan un sinnúmero de situaciones de violencia machistas para no ser expulsados de los grupos de pares. Por tanto, la masculinidad es una posición que otorga privilegios y poder sobre otras y otros, pero que para sostenerse, implica enormes esfuerzos y costos físicos, psíquicos, emocionales y sociales.
Ante esta situación, los feminismos podrían ofrecer alternativas y contribuir a configurar masculinidades que se politicen frente a las desigualdades; tanto para abrazar como para impulsar varones que abiertamente interpelen los privilegios y violencias patriarcales. De hecho, en los talleres hemos advertido desplazamientos, pequeños cambios y predisposición a la reflexión crítica por parte de los varones, lo cual fortalece nuestras expectativas sobre que el cambio social es posible si dialogamos y nos comprometemos en procesos de politización. Transformaciones que pueden ser dolorosas, angustiantes pero también celebratorias y esperanzadoras. Estamos refiriendo a momentos en que en los talleres se encienden con el debate, la reflexión; donde los cuerpos cambian la posición y se abren a relaciones más igualitarias y amorosas para con las coordinadoras y entre ellos mismos. Parafraseando a Paulo Freire, la educación necesita de técnica, conocimiento científico y profesional, tanto como de esperanzas, amor y utopías. Agregamos confianza y arrojo, dejarse llevar por el proceso con compromiso crítico y con la esperanza sincera de que quienes conformamos los espacios lo hacemos porque algo nos une, esa pequeña chispa que se enciende en cada encuentro.
Finalmente, no podemos dejar de mencionar que se producen tensiones al interior de los feminismos cuando nos preguntamos qué posición pueden ocupar los varones cisgénero que denuncian las violencias patriarcales y pretenden introducir cambios en la masculinidad dominante. En estos debates son centrales los aportes de los feminismos indigenistas, comunitarios y populares, para quienes ningún cuerpo puede quedar fuera de la lucha. En efecto, si necesitamos confrontar con un sistema de género que nos organiza como hombres y mujeres cisgénero, heterosexuales y desde la violencia de la desigualdad de género, de clase y racial, ¿Es posible construir justicias feministas si dejamos fuera a los cuerpos masculinos?