Frente a la muerte, los interrogantes se multiplican. Sonia se fue hace unas horas, es poco tiempo para pensar. Las palabras salen y entran atolondradas de tristeza y bronca. Es poco tiempo, lo justo para comprender que también tendremos que escribir la memoria de la lucha que sigue: devolver la identidad a los niños y niñas robadas por la dictadura cívico militar.
Todavía podemos verla recibir el Reconocimiento “Emi D Ambra” a la labor social y política de la Facultad de Ciencias Sociales. La vemos caminar por nuestro “Pasillo de la Memoria”, presentar un libro, inaugurar un aula...
Sonia lo deja todo, su lucha es nuestra herencia y nuestra responsabilidad. Nuestro tesoro.
Desde que nos llegó la noticia de que Sonia… Nos cuesta terminar la frase, no logramos soltarnos de una sensación extraña. Por momentos nos parece estar en una ciudad perdida e, inmediatamente, creemos respirar el aire que se desprende del flamear de las banderas de Abuelas. La voz de Sonia que vuelve y la memoria espontáneamente se filtra a través de los sonidos que indican las formas de evocar, donde el andar de Sonia, capaz de peregrinar por el desfiladero de la catástrofe y la esperanza, nos sacude.
Y el amor, siempre el amor
La impunidad es un fantasma familiar en la historia de la Argentina; Sonia lo sabe. En realidad, desde la mirada de los vencidos, todas las historias podrían ser vistas como una suma de impunidades. No ocurre lo mismo, por supuesto, con los vencedores.
Con Sonia aprendimos que la lucha por la verdad es prioritaria. También lo es la batalla por interpretar la vida. Por apropiarse poco a poco de lo que nos ha devenido. Un desafío en el que se juega el reconocimiento de cada persona en una historia común. En medio de la confusión, la pugna por la verdad es, aún, un gesto esperanzado. Es, la incomodidad con el pasado: la necesaria angustia de reconocer que somos responsables de nuestro hoy y que somos responsables del mañana.
Hoy, que sentimos que la existencia se ha devaluado, como fantasmas, vuelven las viejas preguntas: ¿por qué?, ¿para qué?, ¿hacia dónde?
Nos entregamos a desprolijos pensamientos mientras seguimos evocando a Sonia.
En la calle, una nube abre paso a luz del sol que viene. Un incendio naranja Abuelas en este cielo de octubre y el sutil destino que sigue su vía sin ninguna preocupación.
El viento se mueve entre los árboles de ciudad universitaria, percibimos que los árboles huelen el miedo, pero lo dominan. El miedo, a veces, se aproxima más al amor que al descreimiento.
Somos lo que somos.
Hay cosas que de tan rotunda son inaceptables.
En el aire refulge la presencia de Sonia. Su fuego sobrevive. Reluce y, sereno, nos abre paso entre las ruinas iluminadas del mundo por venir.
Sonia, como la luz de las estrellas, en la inmensidad del cielo a la misma distancia de cualquier lugar.
Y un deseo: ojalá nos encontremos para escribir la historia de tu nieto.
Y así la paz.