Autoras: Cecilia Johnson; Eugenia Gastiazoro; Paola Bonavitta; Clara Presman; Luana Massei del Papa; Lucía Bertona; Carolina Rojo; Denise Paz Ruiz; Julieta Cena, Marina Villarreal.
Facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Córdoba.
Facultad de Derecho. Universidad Nacional de Córdoba.
Proyecto de Extensión.
Partimos de experiencias extensionistas y de investigación-acción, realizadas desde el equipo El Telar desde el año 2017, donde una de las problemáticas que identificamos se vincula a la feminización de los cuidados en las comunidades. Particularmente durante 2021 y 2022 en el marco de un proyecto extensionista, nos propusimos potenciar y recrear estrategias y prácticas -individuales y comunitarias- para la sostenibilidad de la vida que realizan en comunidad un grupo de mujeres en Barrio Ciudad Obispo Angelelli II, de la Ciudad de Córdoba.
Como equipo asumimos que no podemos prescindir de los cuidados, y proponemos pensarlo desde la perspectiva de la sostenibilidad de la vida, englobando las dimensiones ecológica, económica, social, feminista y humana así como las interrelaciones que existen entre ellas.
Fundamentalmente, el peso desigual frente a la sostenibilidad de la vida ha recaído históricamente en mujeres y corporalidades feminizadas, lo cual se ha intensificado frente a la crisis socio-sanitaria por el COVID-19 (UNC, 2020). Las desigualdades en el ejercicio de los cuidados se han configurado históricamente en nuestros territorios desde un patrón de poder colonial que junto a la raza, género, sexualidad, clase y generación (Viveros Vigoya, 2016) que han potenciado formas de explotación sobre los cuerpos de mujeres e corporalidades feminizadas.
La actual crisis de los cuidados nos muestra la finitud de estos cuidados y la relevancia que tienen en la estructura actual visibilizar quiénes cuidan y en qué condiciones, así como la urgencia de regular y organizar los mismos, ya que se tiende a invisibilizar o mercantilizar la energía vital que esas actividades producen y re-producen (Federici, 2013; Rodríguez, 2005). Articulamos esta idea con la noción de Buen Vivir, que nos proponen los movimientos indígenas, para repensar los cuidados en ruptura con una lógica productivista (Pérez Orozco, 2014).
En el marco del 25 de Noviembre consideramos central remarcar que defender la sostenibilidad de la vida nos interpela a defender y construir una vida sin violencias. Frente al aumento sostenido de femicidios -1 femicidio cada 38 hs- como de Trans/travesticidios, no es posible desconectar las opresiones sobre los cuerpos de las mujeres, sobre los cuerpos disidentes, quienes sostienen y reproducen los cuidados en una sociedad desigual que violenta nuestras vidas y territorios. Como bien señala Adriana Guzman, feminista comunitaria: “Hay que entender el patriarcado como el sistema de todas las opresiones y violencias que vive la sociedad, la naturaleza, que la humanidad aprende a explotar sobre el cuerpo de las mujeres”.
En el marco del trabajo que venimos realizando, estas interpelaciones nos han llevado a revisar nuestros relojes, los tiempos que destinamos para nosotras y para otrxs, reconociendo las maneras en que los mandatos patriarcales impactan en nuestros cuerpos-territorios, revisando nuestros privilegios y opresiones. Sabiendonos interdependientes, vulnerables, generadoras y receptoras de cuidados, buscamos en el encuentro politizar la vida cotidiana y comunitaria, valorando la tarea central del cuidado en las diversas formas que se presenta en cada territorio, no solo para resistir, sino para construir ese Buen Vivir que deseamos y necesitamos.